El año 2006
apuntaba a como muchos en mi vida pasar como si nada, con muchas preguntas y
pocas respuestas, pero con la certeza de haber encontrado a un nuevo amigo,
Jesús el Señor, y a la vez con mucho miedo pues sentía que cada vez me pedía
más, que le entregara más aspectos de mi vida; y debido a este llamado (y a una
promesa), hacían ya 8 meses que duro mi preparación (Catequesis) de
Confirmación, a pesar que había comenzado la preparación pa’ sali de eso,
la preparación me había marcado mucho y me había ayudado mucho a hacer mis
renuncias.
Nos
disponíamos como grupo a recibir la Confirmación con el aviso del párroco Pbr.
Chamberline, que: el obispo estaba compartido entre la Diócesis de Maracay y
la Arquidiócesis de Valencia, lo cual hacia que su agenda estuviera muy
apretada, entre la agenda del obispo y el lago de Valencia amenazando con
inundar nuestras casas, nuestras vidas cotidianas se estaban transformando por
completo, en Mata Redonda, parroquia eclesiástica Santísima Trinidad, en la
Municipio Girardot de Maracay, Estado Aragua.
Entretanto
yo no dejaba de hacerme expectativas todas y cada una basadas en lo que
supuestamente yo sabía de lo que era y hacia un obispo, todas en su mayoría
ideas sacadas del imaginativo popular, gruñón, mal humorado, elitista y que
miraba por encima del hombro.
Seguía sin
entender por completo lo que es una Iglesia, lo que es una comunidad eclesial,
lo que hace y debe hacer, como debemos vivirla, y como se conforma como nuestra
familia celestial en la tierra, nuestro pequeño cielo en la tierra, este
misterio es grande, este misterio exige tanto de nosotros que solo unos pocos
lo entienden.
Luego de
tanto esperar llego el tan ansiado día “La Confirmación es un hecho”.
Ese día le vi llegar puntual, como nos lo habían comentado que asistía, pero
por los preparativos de la misa no tuvimos contacto con el Sr Obispo sino hasta
la misa, en la recepción de sacramento, en el cual para la Gloria de Dios mi
Madrina fue Mariale (aquella que tuvo tan buen corazón de predicarme la palabra
en uno de los días más tristes de mi vía, tamaño favor), y luego de la misa fue
el otro contacto y más prolongado. En esta misa predico sobre “la fe sin
obras” de la Carta de Santiago, debo decirles que nunca
he olvidado esa predicación, hablo de: cómo debemos asumir las vicisitudes
de la vida llevando la fe a la praxis, y como desde cualquiera que fuese
nuestro realidad de vida podemos iluminar a otros con nuestro testimonio vivido
en obras concretas, en nombre y guiados por la fe en Cristo Jesús.
Luego vino
la cena con el grupo de confirmados, a mi en particular me sorprendía la
dedicación pues apenas éramos un grupo de cuanto mucho quince personas, sin
embargo él estuvo allí, nos dedico toda esa noche, y lo otro que me sorprendió
muchísimo fue su sencillez, por cosas de los títulos (como ya le dije, tenía en
mente una imagen muy diferente), pensé que la envestidura que ostentaba era o
requería de cosas de lujo, o que en caso extremo haría como los políticos,
estaría allí para las fotos y listo, pero no, él compartió la cena con todos, y
digo todos porque, como algo particular que observe, nos hizo preguntas a cada
uno, y se sintió que como en los tiempos del Rabuni, verdaderamente compartió
la comida, realmente cenó con nosotros.
Mi encuentro con la Virgen María
Luego del
encuentro de los tres encuentros anteriores con el Señor; aunque sinceramente
debo decirlo, luego que uno se convierte a Cristo es difícil no entender cada
momento en la vida como un encuentro con Cristo Resucitado, pero tres conservo
con todo mi corazón, Mi Primera Confesión, Mi Primera Comunión, y Mi
confirmación que fueron encuentros certeros con Cristo, además tuve un
encuentro con su Madre, el cual he querido relatarles en esta oportunidad.
Ahora lo que
marco mi vida luego de la recepción de los sacramentos y que lo reconozco como
una gracia que se desprendía como consecuencia de mi la recepción de los
sacramento y la fe con la que yo los he recibido cada vez, fue un sueño (aunque
no me gusta catalogarlo de sueño), luego de un día de mucha ansiedad, una noche
maravillosa, yo sentía la presencia del Señor en cada elemento en cada detalle,
me dispuse a descansar, por lo emocionado me fue difícil conciliar el sueño ese
día, pero al fin me dormí, pero a eso de las 2 a.m. comenzó el evento (sueño);
soñé que: estaba orando al frente de una imagen de la Virgen María, a la que
realmente nunca le había tomado mucha atención, la Virgen de la Medalla de la
Milagrosa, estando en medio de esa oración llego una señora, la cual me tomo
por la manga y me llamaba pidiéndome que la acompañara a casa de una señora que
necesitaba mi ayuda, yo en el acto me volteo para verla y cuando bajo la mirada
para verla, me fijo en medio de este sueño que estaba vestido de habito negro
de sacerdote, y en seguida (seguimos en el sueño), le contesto que si ella me
llevaba a donde la hermana yo la podía ayudar; Ella me llevo, llegamos a una
casa muy humilde, lo sacaba por la fachada, estaba acostada con muchos quejidos
por la dolencia que la llevo a pedir auxilio, entre sin darme cuenta de mi
entorno, le impuse las manos a la señora la cual se curó al instante, se
arrodillo abrazándome los pies, y me daba las gracias, a lo que yo le indique
(al momento que la levantaba del piso), que no me diera las gracias a mi sino a
la Virgen que le había hecho el milagro. En esto siento en mi habitación (fuera
del sueño), una luz muy intensa, por lo que pensé que era ya avanzada la mañana
del día siguiente, de hecho pensé que era cerca de las 12 m, pues estaba en una
habitación sin ventana al exterior, y con cortina luminizadas que no permitían
el paso de luz, cuando podía divisar algo de luz era porque ya estaba bien
avanzado el día, pero esta vez no fue así, al abrir mis ojos quede cegado por
esta luz, que salía como de las paredes de la habitación, era una luz blanca,
muy intensa, esta fue disminuyendo poco a poco en el centro de la habitación,
hasta que desapareció, en el momento que desapareció yo quede con una paz
indescriptible, que nunca antes había sentido, una paz que solo podía venir de
Dios.
Álvaro Claro
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